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Empatía y sentido común

Estoy escribiendo estas líneas la mañana del 29 de abril. La luz llegó a mi casa ayer tras la puesta de sol después de once horas de corte producido por mayor apagón que hemos sufrido en la España peninsular. Fue un momento bonito y emocionante porque desde mi patio iba escuchando los gritos de alegría de otros barrios que estaban siendo conectados. Estruendo de voces, aplausos y cláxones de coches. Durante el día de ayer, imagino que como todos nosotros, tuve muchos ratos para pensar y me apetece dejar por aquí algunas de mis reflexiones. Ninguna muy original y casi todas compartidas por la mayoría.

La primera de todas es la importancia vital del sistema radiofónico. Desde hace años se habla de la función de las redes sociales en catástrofes o desastres como único argumento para sacarlas del estercolero mediático en el que se han convertidos todas ellas. Ayer todos pudimos comprobar que cualquier tecnología asociada una conexión de internet no era nada. Nada. Ni la web, ni el correo electrónico, ni la mensajería instantánea. Lo único a lo que podíamos agarrarnos era a la tecnología de la radio. Quiero ir mas allá de lo fundamental de tener un receptor de radio operativo siempre con nosotros (un transistor a pilas, nuestro propio móvil, la radio del coche o lo que sea). Quiero centrarme en que el primer punto de ese manual de emergencias que el gobierno debería publicar y todo ciudadano debería recibir y leer tiene que ser: "Mantenga la calma y sintonice la frecuencia de Radio Nacional de España". Y a partir de ahí, todo lo demás.

Otra de las reflexiones que quiero reflejar es que ante una emergencia como la de ayer, además de una radio y algo de agua almacenada que todos deberíamos tener comprada de antemano necesitamos además una ingente cantidad de empatía. Empatía hacia los demás para ayudar y para dejarse ser ayudado. Si algo nos demuestran todas estas emergencias es que, sostenidas en el tiempo, gestionadas de forma individual solo pueden terminar mal. Al final siempre, todo acaba funcionando cuando usamos la empatía para ayudar a los que están cerca y para dejarnos ayudar por los servicios de emergencia y otras autoridades coordinadoras. Desde luego que esta actitud ante los imprevistos no está reñida con la famosa mochila de 72 horas de la que tanto se ha hablado en los medios últimamente. Tener cierta preparación ante estos acontecimientos para soportar mejor la espera de la ayuda es muy importante. Pero nunca sin perder el horizonte de que necesitaremos ayuda y que por eso hemos de estar receptivos en nuestro entorno a quién podamos ofrecérsela. Ya lo aprendimos en la pandemia, de situaciones así solo podemos salir con ayuda de todos. Intentar prepararse de forma individual para aislarnos y sentirnos así protegidos no nos conducirá nada mas que al desastre.

Con el tiempo llegaremos a saber las causas de lo que ocurrió en el día de ayer. Sean o no ciertas lo importante es que estemos mas preparados para la siguiente vez que ocurra algo parecido. Muchos tendremos baterías, velas y una radio portátil pero lo más importante que nunca debe faltarnos en nuestra mochila ante cualquier imprevisto es la empatía y el sentido común. Lo bueno es que ambas cosas ocupan poco y no gastan pilas.


Abril 2025