Desocializado digital
En 2009 inicié mi andadura en el mundo de las redes sociales con una cuenta de Facebook. La mayoría de mi entorno ya la tenía desde hacía por lo menos dos años y yo me intenté resistir. Llevaba diez años conectado a Internet y no veía ninguna utilidad en tenerla. Hasta ese momento solo había sido habitante de ciertos foros (incluida la mítica Barrapunto) y ocasional usuario de IRC. La cerré apenas dos años después quedándome solo con la de Twitter que abrí por aquellas fechas también. Twitter si tenía para mi otro rollo más entretenido. Había memes, recomendaciones curiosas, gente interesante, blogs por conocer y ciertas opiniones que merecían la pena. Había mucha basura también pero lo uno compensaba lo otro hasta que dejó de hacerlo. En 2018 dejé Twitter porque el olor a cloaca ya no compensaba nada. Entonces, en 2020 y en plena pandemia conocí Mastodon y todo el mundillo del Fediverso. Intenté que su uso me volviera a reconectar con las comunidades digitales y por un tiempo lo consiguió. A finales del año pasado cerré también ese capítulo. Solo Strava, una red social de nicho orientada a deportistas me mantenía con mis escasos contactos en la ola del algoritmo y los likes. El mes pasado decidí también borrarla del móvil y evitar que mis salidas en bicicleta se sincronicen con el resto de la comunidad. Por el camino también quedó un uso ocasional de Telegram del que apenas me acuerdo.
Soy un desocializado digital y lo raro es que no me ha costado nada dejar todo esto de lado. Mirando ahora hacia atrás con cierta nostalgia, durante estos quince años de interacción a través de estas plataformas veo que nunca he conseguido conectar del todo con la gente con la no había interaccionado previamente de forma física. Siempre me ha parecido muy complicado mantener conversaciones o diálogos largos de cierta profundidad con gente a la que no conocía y en plataformas que nunca estuvieron preparadas para la discusión. Quizás por eso no he sufrido tanto como otros el hundimiento del «Universo Twitter». Desde luego estas redes me han servido para conocer libros, películas o eventos que sin ellas, seguramente, me hubieran pasado desapercibidos pero no quiero usar ese ligero sentimiento de FOMO para seguir conectado a ellas como un simple zombie.
Mantendré mi lista de feeds todo lo actualizada que pueda para seguir intentando estar al día de lo que se cuece los pocos rincones de Internet que todavía me interesan algo. Seguiré escuchando algún podcast ocasional cuya RSS esté abierta al uso de reproductores de terceros y usaré este pequeño rincón para escribir alguna que otra paranoia cuando me apetezca. Y poco más.
Internet se ha vuelto un lugar muy diferente durante estos 25 años en los que llevo usándola. Un lugar que ahora solo me genera pereza y desconcierto. Antes existía una vida dentro de Internet y otra fuera pero desde hace unos años esa frontera ha quedado totalmente difuminada. No es algo nuevo. Esta idea la llevamos comentando muchos siempre que surge la ocasión y creo que yo nunca he llegado a entender ese cambio. He intentado seguir manteniendo esa frontera entre lo de dentro y lo de fuera, lo real, pero al final me he dado cuenta de que es imposible. La conocida enshittification lo ha envuelto todo. Se nos crea la necesidad de exponer toda nuestra vida ante todos para que cualquiera te regale (o te venda) una opinión que no has pedido. Uno mismo a veces siente la necesidad de opinar ante personas que no conoce por una simple inercia. «¿Qué le importa a esa persona mi opinión?» Solo la autocensura previa podría ayudarnos a todos pero en estos tiempos de incontinencia esto se ve como un tabú. «¿Callarme yo? Antes muerto».
Cuando empecé en todo esto, navegar por Internet tenía algo de curiosidad, de investigación. Era un poco como remover el cajón de los pares sueltos. Encontrabas durante la búsqueda textos y contenidos generados por gente tan extraña como tu a la que también le movía esa misma necesidad de encontrar contenidos curiosos sobre cualquier tema. No había necesidad de generar impacto, de monetizar nada. Era imposible. Si acaso, se ganaba cierta repercusión entre tu círculo de iguales. Un nicho de freaks donde ninguno conocíamos el nombre real de ningún otro. Tan solo un alias al que asignar anécdotas y leyendas urbanas. Ahora todo es diferente. Todo el mundo lucha por darte a conocer todos los aspectos de su vida, de su pensamiento, de su intimidad. Si por alguna extraña razón sientes un mínimo interés por ello te los intenta vender porque claro, «nada es gratis y todos tenemos que comer». Cierto es que comunidades como Mastodon o el propio Fediverso escapan un poco de estos parámetros. Y digo un poco porque en todos los sitios cuecen habas. Pero la corriente general es demasiado fuerte y yo ya estoy mayor. Por todo ello me he dado cuenta que no me ha costado nada abandonar unos espacios en los que nunca he llegado a estar cómodo del todo. Donde siempre me sentí un poco extraño y torpe. A Bluesky, Threads o similares ni me planteo entrar porque es evidente que son la misma idea con diferente formato. No pretendo juzgar a nadie ni espero que nadie se sienta juzgado por este texto. Quien se sienta o se haya sentido cómodo en esos mundos es normal que no quiera abandonarlos, pretenda permanecer en ellos e incluso hacerlos mejores. Tienen mi respeto. En mi caso nunca fue así y por eso me voy. Definitivamente estoy mayor para todo eso.
Junio 2025